Artículo publicado en la revista de la Comuna Baires

Artículo publicado en la revista de la Comuna Baires (Milán) en ocasión de la publicación del texto teatral:

“Frammenti di vite condivise”


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Compartiendo los fragmentos de vidas.

Yo no sé en que año mi bisabuelo llegó a Argentina, supongo que poco después de la unidad de Italia. Emigró de Fiumefreddo, Cosenza. Era un calabrés escapando del hambre o de la nueva situación política que quizás no le era favorable, tal vez escapaba de las dos cosas. No lo sé. Lo cierto es que no fue el único que abandonó el pueblo al que no volvió jamás.

Hace unos años fui a Fiumefreddo, es un pueblo en la ladera de la montaña, la plaza es como una gran terraza y desde allí se ve el mediterráneo. Cuando visité el pueblo y desde la plaza admiré la belleza de ese mar que hace soñar, recordé la historia de mi bisabuelo. Murió dos días después de haberse quedado dormido en la terraza de su casa en Buenos Aires. En aquellos años la ciudad no es lo que es hoy, el suburbio de la capital en donde vivía la familia Presta no estaba tan promiscuamente habitado y la pampa se extendía en el horizonte como si fuese un mar verde.

¿El último atardecer que mi bisabuelo disfrutó, pudo tal vez producirle la misma emoción que yo viví en mi atardecer en la plaza de su pueblo natal, a más de 10000 kilómetros de distancia, a más de 100 años de distancia?

Tal vez él se durmió soñando un recuerdo. No lo sé. Yo me quedé con esa emoción y años después se transformó en un cuento que escribí aquí en mi casa, en la “pianura padana”, en donde vivo desde hace años.

Este espectáculo no nació de un modo premeditado, apareció como una necesidad oculta, una necesidad de reconocerse partiendo de la propia historia y reconociendo al otro, reconociendo al que no conocemos pero en el que nos reconocemos. Reconocer la propia historia en la historia del otro, aún cuando cada unos tiene su propia historia, digamos que partiendo con necesidades y decisiones comunes y viviendo consecuencias profundamente distintas. En Alemania se dice “wir sind alle Ausländer” -somos todos extranjeros-, es cierto, pero cada uno vive su propia historia y así es que algunos hacen la América y otros mueren en el intento, algunos, como yo; son centenariamente emigrantes y otros no saben serlo, no saben de serlo, no recuerdan serlo, al menos reconocer ser el producto de alguien que alguna vez llegó al lugar que pensamos nos pertenezca. La negación de la propia identidad – o de la historia que la hizo posible - es el absurdo que disparó este espectáculo.

No sé si el “vùcomprà”; el “extracomunitario” que viene a venderme a la puerta de mi casa, llegó en un “gommone”, no sé si es un sobreviviente de un naufragio en las aguas del mediterráneo, no sé como llegó al país que mi bisabuelo dejó hace casi 150 años buscando una posibilidad del otro lado del atlántico. Mi vendedor ambulante sonríe, no me cuenta su historia, yo me la invento y escribo otro cuento. Mi extracomunitario me mira, sonríe y calla, reconozco mi bisabuelo en él, me reconozco en él, escucho la voz que él no hace escuchar, escucho la voz de mi bisabuelo que nunca conocí, escucho otras voces y me miro al espejo. Yo que nací en Argentina, que antes de ser italiano fui clandestino en Italia, fui clandestino en Alemania, yo que hoy soy un europeo con pasaporte Argentino, un latino americano con pasaporte Italiano, soy argentino por nacimiento, italiano por mi bisabuelo, extracomunitario, clandestino, inmigrante emigrado migratorio migrante por voluntad y natura. ¿Quién soy?

El espejo da una imagen que me mira sin verme porque está pensando en otra cosa, estoy navegando en la historia y me pierdo. Escribo la historia de uno que se mira al espejo y no sabe quien es, la historia de uno que son muchos. Pienso en la Europa en la que vivo desde hace un cuarto de siglo, una sociedad que no se reconoce porque niega el otro, que pierde su identidad porque niega su historia, sus historias. Que olvida y se hace sorda. Que está cada vez peor porque sin saber ser rica niega su pobreza, porque siendo humanista olvida su solidaridad, su igualdad, su justicia, olvida lo que aprendió por haber sido victima y victimaria a un tiempo. Olvida.

Fueron varias historias que escribí, sin premeditar hacer un espectáculo, pero soy teatrante y lo que escribí fue una necesidad que solo como teatrante puedo comunicar, es decir; haciendo pasar ese texto por mi cuerpo, transformándolo en una secuencia de acciones para encontrar una relación emocional, intelectual, sensitiva, física con el público. Puse todas esas historias juntas, las mezclé, se fueron contaminando y fui descubriendo que eran fragmentos de vidas compartidas.

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