Corpo e memoria
“son tantas las veces que he contado esta historia que ya no sé si la recuerdo de veras o si sólo recuerdo las palabras con que la cuento…”
Jorge L. Borges
Esta frase de Borges me hace pensar en nuestro trabajo.
Muchas veces colocamos la memoria en el relato, en la palabra, como si fuese un puro proceso mental, como algo que se coloca casi fuera del cuerpo, que en forma de pensamiento transita a lo sumo el nivel cerebral – obviamente el cerebro está en el cuerpo, solo que a veces lo concebimos como algo apartado de él –.
Federico Campbell escribió;“Si la mente se difumina por todos los intersticios del organismo, como lo están haciendo ver no pocos científicos, no debería asombrarnos tanto ahora la anotación de Proust de que en los músculos hay recuerdos entumecidos.” http://redesciudadanasjalisco.blogspot.com/2007/02/la-memoria-del-cuerpo.html
Y Diane Ackerman ha llegado a la convicción de que la mente "no reside necesariamente en el cerebro sino que viaja por todo el cuerpo en caravanas de hormonas y enzimas, ocupada en dar sentido a esas complejas maravillas que catalogamos como tacto, gusto, olfato, oído, visión".
Me gusta pensar que la mente ocupa el cuerpo así como este ocupa la mente, no somos dos cosas, somos una.
Se puede concebir la memoria de un modo romántico, como algo que se coloca casi fuera del cuerpo, que en forma de pensamiento transita a lo sumo el nivel cerebral – el cerebro está obviamente en el cuerpo, solo que a veces lo valorizamos como algo apartado de él –. Entonces en el cerebro la memoria es una imagen, la podemos visualizar, la podemos colocar fuera de nosotros, separarla de nuestro cuerpo. Un pensamiento, una idea, una reproducción, algo que solo la mente está en grado de elaborar. Un mecanismo neuronal recupera algún hecho del pasado proyectándolo en las paredes de nuestro cerebro en forma de imágenes, algo así como un film o una foto. Así se “visualizan” los recuerdos; como una representación de antiguas vivencias que puede provocar una reacción emocional en nuestro presente; la memoria como una evocación.
Cuando se practica “memoria emotiva” se construye la imagen que dispara la emoción dejando al cuerpo en una posición de relajamiento, sentado o acostado, el cuerpo no tiene que “molestar”; en el proceso nemotécnico el cuerpo tiene que quedar como ausente, se le deja todo el trabajo a la mente que reconstruye la vivencia que será re - actualizada y que directamente pasará desde el cerebro a la emoción, el cuerpo partiendo de esa relajación responde al estímulo - normalmente este ejercicio psíquico físico se lo practica para llorar en escena -.
Prefiero un modo de estar en escena que priorice la conexión directa con el acontecer de la acción y con las relaciones de los elementos que integran el aquí y ahora del evento teatral, priorizar el cuerpo, su presencia y la relación física con los otros cuerpos en el espacio real en el cual la acción acontece.
Para un actor la memoria es básicamente una actividad del cuerpo, ocurre en el cuerpo, cuerpo como depositario de la memoria;
-de una memoria personal, individual; que queda de nuestras experiencias vividas en primera persona,
-y cuerpo depositario de una memoria genética; la que pertenece a nuestra especie, a su evolución y su devenir, memoria ancestral que no podemos evocar a través del recuerdo, pero que está presente en nosotros y de la cual también somos producto, somos consecuencia.
Fui percibiendo en el entrenamiento que existe un espacio entre el cuerpo y el cerebro, un punto de encuentro, de unidad, en realidad un estado que se produce en ese espacio, un estado de percepción, de “ser”, en el cual cuerpo y mente se encuentran, en donde simplemente se “es” en un accionar que se muestra como una presencia aparentemente física, pero que en realidad es una memoria que elabora una nueva memoria y que restablece la unidad/organicidad del individuo en escena, su unidad en la multiplicidad; su organicidad física y mental, emocional e intelectual, capaz de danzar los pensamientos, de accionar las emociones, de ser una sola cosa con el tiempo que lo atraviesa y que atraviesa en una vibración unísona con el público: El teatro como ritual pagano en la simple tarea de hacer reencontrar las personas y sus inquietudes.
Me interesé en indagar esa memoria muscular que conserva vivencias con el fin de construir mi cuerpo/instrumento, de des-construirme en una presencia escénica pre-expresiva. Poco me interesé de las posibles ventajas terapéuticos que la memoria corporal puede tener - supongo que las tiene y que pueden ser de gran interés para las oportunas disciplinas científicas - pero creo que si me concentrase en ello perdería el sentido mismo de mi trabajo, ya tengo bastante con procurar una calidad artística con este entrenamiento.
Tampoco me interesé en usar las “memorias” personales para “poner-me en escena”.
Auto-terapia y auto-representación llevan a un egocentrismo que no creo interesante, al menos en mi caso no lo es, en general prefiero más que contarme a mi mismo hacer pasar por mi persona – tanto cuando actúo, dirijo o escribo – eventos e historias que considero más interesantes que mis propias vivencias, historias y excentricidades personales varias, aún sabiendo que el artista esta indisolublemente involucrado en el hecho mismo de “contar”, involucrado con el objeto de su narrativa: en el arte en general, en el teatro en particular y aún más en un cierto tipo de teatro, objeto y sujeto se confunden en la acción y es así que muchas veces aparecen como una sola cosa, una unidad que hace que el cuerpo del actor, su presencia, sea el mismísimo objeto de arte; contendor y contenido de una idea/emoción que trasciende su propia voluntad. Es allí en donde la presencia/memoria toma para mí un sentido más atractivo; cuando el cuerpo del actor es una caja de resonancia, por donde suenan – a través de sus memorias físicas – un sinnúmero de otras frecuencias, de otras memorias, de otras presencias, el actor/bailarín es como un piano en donde el teclado es su columna vertebral en la cual cada vértebra conserva la vibración de sus memorias.
Como actor me interesa indagar esa memoria como mecanismo físico psíquico, que permite evocaciones de vivencias que en muchos casos no conseguimos racionalizar, pero que sabemos que es algo que nos pertenece, que es parte de nuestra experiencia de vida y que nuestro cuerpo ha sabido conservar, como un cofre que conserva su tesoro, mejor dicho, como un cofre que conserva una infinidad de cofres, de tesoros, y de los cuales es necesario cada vez obtener una llave distinta para abrirlos.
Pienso en un entrenamiento de un actor - bailarín, que consiste en gran parte en la conquista de estas llaves, para abrir esos espacios interiores en donde están alojadas sus vivencias, logrando así transformarlas en presencias, presencias escénicas contaminantes. Cuando un bailarín o un actor descubre este mecanismo, logra “tocar” y actualizar sus memorias físicas, conquista una presencia que no es la sola representación de una forma, sino que es la secuencia actualizada de una serie de vivencias.
La memoria física se transforma en la gramática que le permite crear su lenguaje, su accionar físico se apoya en una dramaturgia que se sostiene en esas vivencias. Su cuerpo es una caja de resonancia en donde la memoria física es la música que hace posible su danza.
Pienso al cruce de estas memorias con otras; con las que contienen los objetos, las que producen la literatura, las culturas e historias de los otros, pienso a una contaminación de memoria que se transforme en arte, siendo que el arte es memoria.
Norberto Presta para la charla “Piensa Conmigo”
en UniverCidade
abril/2009
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